No es que me haga gracia, pero no puedo impedir que se me levante el morrillo con cierto gesto burlón, cada vez que me cruzo con una noticia sobre el día de la Dignidad, como el oficialmente celebrado en toda Sudamérica el pasado 5 de marzo, o el de este sábado pasado en Bilbao, celebrado por La Liga de Estudiantes y Jóvenes Saharauis en Euskadi
...que tela con el nombrecito.
No es que sea cosa de que este que os escribe tenga su vena cabronceta, que también, sino de que de simple que soy, sigo pensando que todos los días deben de ser días de la Dignidad, así como todos los días se debe de ser buen padre y no solo el día de San José.
La realidad es lo que tiene, que entre el sistema político, la prensa (nefasto instrumento ese), la banca y la madre que los parió a todos, han creado en el subconsciente colectivo un tic cada día más difícil de erradicar, que no es otro que el tener la Dignidad como derecho solo de unos pocos, de una clase privilegiada.
No es así. Se puede ser pobre pero digno. Se puede ganarse el sueldo limpiando escaleras con toda la dignidad del mundo mientras el que las pisa, ese encorbatao del 3ºB que siempre que baja no se molesta siquiera en mirar a la señora de la limpieza, se dirige a su puesto de trabajo dedicado a la usura y a la explotación literalmente hablando del trabajador, creyéndose el más digno del mundo a bordo de su mercedes.
A más de uno durante mucho tiempo ha sido lo único que nos ha quedado, la Dignidad, y hemos sabido ser consecuentes con ella. En estos tiempo más que nunca es fácil venderse, poner el culo en pompa y cerrar los ojos a cambio de una solución más llevadera, una sutil penetración armada de legalidad que termine con lo poco de humano que queda en esta sociedad con tal de seguir siendo uno más de los borregos, uno más de esa masa que no destaca, que no lucha, que se conforma con todo lo que le echen encima y no por valores o un criterio equívoco, sino por algo tan sumamente triste como el “qué dirán”.
Tema de moda los desahucios. Yo mismo sigo inmerso en uno de ellos peleando lo que me dejan, dignamente, por supuesto, y con un ramalazo de mala hostia que va in crescendo día a día para desgracia de algunos.
Otra mueca, nada hilarante esta sino todo lo contrario, de un asco atroz, oscurece mi semblante con otra suerte de enunciados, de “noticias” por llamarles de algún modo, firmadas no ya por los grandes partidos que se mean en la clase media hasta la hora de almorzar y después el resto del día, sino de pseudo-partidos marginales que haciendo gala de su cibermilitancia como único modo de ser, se permite emitir comunicados, panfletos y recomendaciones largas y exhaustivas sobre los desahucios, mientras que entre sus propias filas tienen sangrantes casos de gente que los ha padecido, incluso de familiares directos de su cúpula que ahora están en la calle con una mano delante y la otra detrás, sin que nadie, absolutamente nadie se haya preocupado por ellos.
Eso sí, la cosa ganar peces en río revuelto aun a costa de agrandar aun más su miseria moral. Igual que los ya famosos scratches que cubiertos con una ficticia capa de honradez y preocupación por el prójimo arrasan traspasando en muchos casos el límite de la legalidad pero paradójicamente sólo ante un notable (más que notable) político opresor de la derecha popular...nunca antes contra la izquierda progresista, que cuenta también con miles de desahucios en su haber.
Pero no todo está perdido eh? Que también los hay que se echan a la calle a la primera de cambio a dar por el culo a los desahuciadores siempre que se precise, que de estos también he conocido. Gente sin vinculación política a ninguna sigla que sin tardanza se cogen unas horas de fiesta en el trabajo siempre que se precise para intentar paralizar el que una nueva familia se quede en la más absoluta indigencia. Gente que no gana nada con ello, más bien todo lo contrario, pero que sí se solidariza con el que todo lo pierde, quizás porque ellos en su día también le vieron los dientes al lobo, y no desean para los demás lo que para ellos no quisieron. Gente peculiar, sin duda, que no se corta un pelo en gritar un “Hijos de puta” al pasar por una sucursal bancaria...y contando obviamente con todas mis simpatías pese a lo malsonante del exabrupto.
Que quieras o no, el que pasa por estas cosas algo aprende...a las malas pero aprende, y a mí a estas alturas el oír gritos semejantes ante esos hijos de la gran usura...pues joder, que me pone palote aunque sea políticamente incorrecto el reconocerlo.
Trabajo desagradable estos tiempos el currar en un banco, eso sin duda...pero suponiendo que si alguien tiene la suerte de ser contratado por una entidad bancaria, se le presupone un mínimo de inteligencia aplicada. Así que cuento con que sepan diferenciar que en el mayor de los casos...esas perlas y similares no van directamente a sus personas, aunque alguno sí se lo merezca, sino a lo que representan, a lo que ejercen, y a los intereses, comisiones, resoluciones y prorrateos que les dan de comer.
Que también se puede trabajar en un banco y ser una persona digna eh?
Que cualquier día me dicen que hay un banquero honrao y me lo creo...
Rogelio Taboada.
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